miércoles, 15 de abril de 2020

Quiero hacerle un poema a la barda. A la barda de Neuquén. Un paisaje tan místico. Tan particular. Es muy difícil tratar de explicarlo en palabras. Por eso quiero escribirle un poema. Capaz se puede traducir a algunas sensaciones y sea más fácil así, imaginar la barda.
Existe la idea de la meseta. Pero qué es la meseta si nunca la viste.
Existe la idea del desierto. Cómo se ve un desierto que está rodeado de ciudad.
A mí siempre me gustó la imagen de las rosetas. Espinas con nombre de rosas. Espinas que se clavan sin lastimar. Espinas que se meten siempre hasta tu casa.
La barda se atraviesa. Todo el tiempo. Todos los días. Se sube y se baja por la barda. Cruzás la puerta y ya estás en la barda. Nunca se sale de la barda.
La barda trae tierra. Es la tierra. La barda también trae al viento. Lo estanca ahí abajo. Ahí seguro odiás la barda. Porque te llena de olor a viento. No te deja caminar. Te cancela el día. No te deja ver.
Pero la barda trae juego. Trae arcilla, y trae garrapatas. Culebras. Arañas de tierra. Cuises, zorros. Trae la idea del infinito. De lo interminable. De la paciencia.
En las noches de verano levanta una especie de frío que sólo se siente cuando bajas. En los días de invierno se absorbe todo el calor del sol, y con suerte, lo abriga un poco
Presiento, desde hace años, que las ganas de escribirle un poema a la barda no me las voy a sacar nunca. Lo intenté muchas veces. Y las palabras siempre me quedan con sabor a poco. La barda se transforma todo el tiempo. Siempre se la camina de nuevo. De cero.
La barda se pega en la piel. Te extiende. La piel se seca y cae. La barda se resquebraja con vos, se desmorona. Se vuelve amontonar. La barda no te la sacás más. Te acompaña. Incluso te vayas a 1.200 kilómetros. Y más seguro. Tu cuerpo se convierte en el territorio de la barda. Subidas y bajadas. Curvas. Caminarte el cuerpo.
Existe la idea del valle seco.
Existe la idea del riego artificial.
Incluso a la orilla del río Neuquén está la barda. A la barda no te la podés quitar de los ojos. La vista de la barda es absoluta. Mirador de la barda. Bosque de la barda. La Herradura, China Muerta, todo es barda, La ruta del desierto.
También hay arcilla. También hay una pequeña idea del límite. De caminar sobre lo inseguro. Lo angosto. El precipicio por momentos. Te enseña del cuidado.
Las pocas veces que llueve la barda lo absorbe todo. Cuando no, se reluce. Brilla, en su forma seca.
Existen las piedras. Los yuyos. Los cactus que poco tienen de verde.
La barda es mi familia. Aunque sólo sea mi mamá. Aunque sólo mi hermano y yo hayamos nacido ahí. Es procedencia y es extensión. Es volver de donde nunca nos fuimos. Es una casa. Crecer. Dejar. Volver.
Es escribir poemas sin eses, sin respiración porque el aire nos corre como por adentro. Aprender de una geografía que pocas veces se repite. Un territorio que se describe poco. Que sólo te enseñan si te sacan a caminarla.
Que se te mete y entiende de estar sola. De encontrarse sola caminando la barda. De entenderse.

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